miércoles, 21 de marzo de 2012

Literatura surrealista : El Conde de Lautréamont


Literatura surrealista : El Conde de Lautréamont
Su antenombre es Isidore Lucien Ducasse. Nació en el año 1846 en Montevideo, Uruguay - murió en Francia en el año 1870; es conocido como Conde de Lautréamont, fue un poeta de lengua francesa nacido en Uruguay de padres franceses y educado en Francia. Durante su vida no fue conocido, pero se lo considera uno de los precursores del surrealismo.

Pasó una infancia dura por la Guerra Grande que finalizaría en 1851, esto repercutirá en el carácter de sus obras. Volvió a Francia a estudiar en 1859. A los 13 años de edad fue enviado como interno al Liceo imperial de Tarbes y después a la ciudad de  Pau. Más tarde, él empezó a escribir en un hotel en Francia. Se caracterizaba por ser una persona que salía poco del hotel, puesto que se quedaba en su habitación todos los días; durante las noches, se quedaba escribiendo mientras tocaba el piano.

Publica los primeros cantos poéticos de su obra Los cantos de Maldoror en 1868 (la obra completa llegará a Bélgica un año más tarde). Sin embargo, el editor Lacroix se negó a vender el libro porque temía ser acusado de blasfemia u obscenidad, como veremos en los versos presentados a continuación de Los cantos de Maldoror.

En sus obras incluye [Les Chants De Maldoror], fragmento de [poema I] y [poema II].
En la prosa larga [Les Chants De Maldoror], hay nombres de 185 tipos de animales, y una descripción literal de su deformación y carácter sanguinario.Ésta obra es una gran prueba de como la literatura puede tener un increíble poder destructivo. Los surrealistas del siglo XX se inspiran en su obra, y lo consideran como el fundador del surrealismo. Esta obra presenta una clara oposición al ser humano, a la ética, a los dioses, es una poesía de carácter revolucionario que no se había presentado hasta entonces, dando un espacio amplio para las generaciones futuras a comentarlo y entenderlo.

La fragmento de Los Cantos de Maldoror
Estoy sucio. Los piojos me roen. Los cerdos vomitan al mirarme. Las costras y las escaras de la lepra han descamado mi piel, cubierta de pus amarillento. No conozco el agua de los ríos ni el rocío de las nubes. En mi nuca, como sobre un estercolero, crece una enorme seta de pedúnculos umbelíferos. Sentado sobre un mueble informe no he movido mis miembros desde hace cuatro siglos. Mis pies han echado raíces en la tierra y forman, hasta mi vientre, una especie de vegetación vigorosa, cubierta de inmundos parásitos, que aún no es planta y que ha dejado de ser carne. Sin embargo, mi corazón late. Pero ¿cómo latiría si la podredumbre y las emanaciones de mi cadáver (no me atrevo a decir de mi cuerpo) no le alimentasen con abundancia? Bajo mi axila izquierda una familia de sapos ha hecho su casa y, cuando alguno se mueve, me hace cosquillas. Tened cuidado de que no se escape uno de ellos y venga a rascar, con su boca, el interior de vuestro oído: podría después introducirse en vuestro cerebro. Bajo mi axila derecha tengo un camaleón que les persigue continuamente para no morirse de hambre: es necesario que todos vivan. Pero cuando un bando desbarata los ardides del contrario, encuentran más cómodo no enfadarse y chupan la deliciosa grasa que cubre mis costillas: ya me he acostumbrado. Una maligna víbora ha devorado mi verga y se ha puesto en su lugar: esa infame me ha convertido en eunuco. Ah, si hubiera podido defenderme con mis brazos paralizados; pero creo más bien que se han convertido en leños. Sea lo que fuere, importa hacer constar que la sangre ya no llega hasta allí a pasear su rojez. Dos pequeños erizos, que han dejado de crecer, arrojaron a un perro, que no los rechazó, el interior de mis testículos, alojándose dentro de la epidermis después de lavarla cuidadosamente. El ano ha quedado obstruido por un cangrejo que, envalentonado por mi pasividad, guarda la entrada con sus pinzas ¡y me produce mucho daño!


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